Opinión
Sanlúcar de Barrameda: Un lujo que todavía no ha descubierto el turismo internacional
Esa esquina de la provincia de Cádiz, a la vera de Jerez y del Puerto de Santa María, es un lugar ideal para casi todo tipo de turismo
Es bien sabido que el clima y la geografía son los elementos fundamentales de la cultura de un determinado lugar, es decir, de su forma de vida.
En el estuario del Guadalquivir, donde se juntan las aguas del mar con las fluviales, la bondad de las temperaturas y los vientos cambiantes de poniente y de levante han creado el ecosistema en el que se crían magníficos pescados y moluscos. Algunos, como el langostino, de fama nacional y en el que, en las ligeras elevaciones de los alrededores, la tierra albariza —por su blanco color— que absorbe y conserva la humedad, permiten que la uva palomino se convierta en un lujo del paladar, el vino local, la manzanilla, que, a pesar de su alta graduación alcohólica (15 grados), es de una transparente ligereza y una elegante salinidad.
Hasta fecha reciente, los sanluqueños y los veraneantes sevillanos eran casi los únicos que disfrutaban de ese lujo natural. Pero este año de 2022 han decidido salir a la luz, con motivo del 500 aniversario de la llegada al puerto local, del que habían salido 3 años antes, de los 17 supervivientes de la expedición que había iniciado Magallanes y completado Elcano. De la misma dársena había zarpado Colón en su tercer viaje.
También su merecida designación como capital española de la gastronomía 2022, les obliga a no dormirse en los ancianos laureles. Tienen que demostrar que merecen el reconocimiento y que aprovecharán ambas efemérides para avanzar hacia un turismo más interesado en las diferentes formas de la cultura local.
Y es que esa esquina de la provincia de Cádiz, a la vera de Jerez y del Puerto de Santa María, es un lugar ideal para casi todo tipo de turismo: el de playa —tanto en la zona urbana como en las maravillosas playas del Coto de Doñana, al otro lado del río—, como el gastronómico y el cultural.
La ciudad que conocemos tiene su origen en el “privilegio” que el rey Fernando IV otorga a Alonso Pérez de Guzmán, Guzmán el Bueno, en 1297, por el que le cede la villa y sus alrededores “con todos sus pobladores, términos, pertenencias, pechos y derechos”, que quedaba así exento de pagar tributos a la corona. Una independencia de facto que los intrigantes sucesores de Alonso, ya Duques de Medina Sidonia, quisieron llevar a cabo, en varias ocasiones. El Duque de Lerma en 1645 simplemente les expropió, terminando con su poder.
El documento original se encuentra en el antiguo palacio de Niebla o de los Guzmán, sede de la fundación Medina Sidonia.
La ciudad cuenta con tres áreas bien diferenciadas. El barrio alto, el más antiguo y en el que se encuentran los edificios históricos, como el citado palacio, el Ayuntamiento, instalado en el Palacio que mandó construir Antonio de Orleans, Duque de Montpensier, hijo de Luis Felipe de Francia, nieto de Carlos III y marido de Luisa Fernanda, hermana de Isabel II, que pasaba aquí sus vacaciones, marcando el ritmo de la ligera vida social y promoviendo actividades que aún duran, como las carreras de caballos en la playa.
Montpensier fue el intrigante mayor de su época. Financió el golpe de Prim en el 68 y su asesinato después.
El tercer edificio histórico del barrio es el castillo de Santiago, de escaso interés.
En el palacio de los Guzmán se encuentra el famoso archivo de los Medina Sidonia, el más importante de Europa en manos privadas, cuyos 6 millones de documentos fueron catalogados durante 10 años por la fascinante duquesa Isabel Álvarez de Toledo. Al frente de la Fundación está su viuda, Lilianne Dahlmann, que lucha por mantener todo en orden con escasos recursos. La duquesa murió pobre. Los bienes de la Fundación valdrían más de 20 millones de euros si alguien los quisiera comprar, pero no tienen recursos ni para la necesaria digitalización, que valdría 1 millón.
Es imprescindible visitar alguna bodega para conocer el peculiar proceso por el que el mosto se transforma en manzanilla.
Al igual que los vinos de la vecina Jerez y del Puerto, el cambio de gustos ha tenido un efecto negativo para este sector que lleva cuarenta años en crisis. Casi dos tercios de las bodegas han cerrado y las que sobreviven venden su exquisito producto a un precio que la experta del Financial Times, Jancis Robinson, califica de ridículamente barato
Camino del barrio bajo, atravesamos el centro en el que destaca el maravilloso mercado de abastos con una increíble variedad de pescados y la plaza del Cabildo y sus alrededores, repletos de restaurantes y bares donde el personal se afana en consumirlos. Las mesas ocupan las aceras y el bullicio es permanente cuando hace buen tiempo.
Desde la parte baja, en la que se encuentran los edificios más modernos, hay que dirigirse a la lonja del pescado para ver la llegada de los barcos y la subasta a la baja del producto. De vuelta, camino del centro, en la zona de Bajo Guía, al borde del agua, los numerosos restaurantes ocupan todo el espacio, especialmente al atardecer y durante la tardía cena.
Los numerosos restaurantes en los tres barrios son de buena calidad. Algunos extraordinarios.
Sanlúcar tiene solo 75.000 habitantes, pero parece que todos ellos y sus primos sevillanos están en la calle al mismo tiempo.
En temporada, la ciudad está llena de veraneantes repetidores que, o tienen casa, o la alquilan, pero son pocos los turistas de verdad. La ciudad no cuenta con ningún hotel de 5 estrellas. Su oferta de 4 estrellas es escasa y poco adecuada para el turismo internacional.
Sanlúcar ha optado por el turismo nacional y parece que les va bien...
*Ignacio Vasallo es director de Relaciones Internacionales de la Federación de Periodistas y Escritores de Turismo (FEPET).
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