Opinión
Las peluquerías del Puerto de la Cruz
A veces aprovecho las vacaciones para cortarme el pelo. Como tanta gente tengo la sensación de que en la peluquería pierdo el tiempo, por eso es mejor ir cuando el tiempo vale menos
A veces aprovecho las vacaciones para cortarme el pelo. Como tanta gente tengo la sensación de que en la peluquería pierdo el tiempo, por eso es mejor ir cuando el tiempo vale menos. Así que, en mi reciente estancia en el Puerto de la Cruz (Tenerife), decidí dejar allí mi exceso de cabello y volver a Madrid con la cabeza más ligera.
Después de una mañana disfrutando del mar, ni frío ni caliente, pero siempre agradable, y tras la obligada y temprana siesta en mi céntrico hotel me dirigí a la barbería que había visto por el camino. A la pregunta de si podía atenderme, respondió el peluquero con otra: “¿Tiene cita?”. Obviamente, no la tenía porque no pensaba que fuera necesario a las 4 de la tarde. “No se preocupe”, me contestó, le encuentro un hueco para pasado mañana. Agradecí su amabilidad y decidí buscarme la vida en otro lugar que no estuviera tan de moda.
Lo encontré a escasos 20 metros. Repetí la pregunta y la peluquera repitió también la suya sobre la cita que, amablemente también, me ofreció para el día siguiente por la tarde. No me preocupé. Me había fijado que había numerosas peluquerías, por lo que era imposible que ninguna tuviera un hueco. Solo en la manzana del hotel conté cuatro. Lo imposible se convirtió en realidad y tuve que aceptar la humillación de una cita al día siguiente.
Yo pensaba que, tras la pandemia, el público masculino se había acostumbrado a cortarse el pelo en casa con unas maquinitas que no dejaban de anunciar en internet, pero parece que en los locales se cortan el pelo cada semana y los turistas consideran el corte de pelo como una de las actividades más importantes de su estancia en Puerto de la Cruz.
Una profesión que hace poco parecía destinada a la desaparición ha renacido con fuerza. Sin duda se debe, al menos en parte, a una nueva generación de profesionales, más jóvenes, modernos y elegantes que los de mi etapa juvenil o los que conozco en Madrid. Esta nueva generación no se limita a cortarte el pelo a secas, sino que te ofrece variadas posibilidades. Cada peluquería parecía tener su especialidad, aunque había algunos cortes que se anunciaban en todas como: el “degradado” que empieza con pelado al cero y termina con una aceptable cantidad en la parte superior, lo que da al “degradado” un aire militar si te lo imaginas con un sombrero de esa profesión. A veces, incluye una línea divisoria en el cogote.
Se puede optar por el corte Pompadour, el tupé, el comb, la seta, el flequillo, por si a alguno le apetece que le confundan con el prófugo de Waterloo, y muchos más que no recuerdo.
El renacer de las peluquerías es una manifestación de la renovación del Puerto. Cada pocos años parece que el deterioro total es inevitable, pero siempre se recupera. Con el actual esplendor del turismo en las Islas Canarias, el Puerto ha sabido aprovechar sus ventajas competitivas. Los grandes hoteles y los enormes edificios de apartamentos construidos en los años 70 para atender a la clientela de los turoperadores ingleses y españoles que languidecieron durante largos años han sido renovados. Ofrecen un producto de buena relación precio-calidad para las vacaciones de las clases medias, ya no solo inglesas y españolas, sino también del resto de Europa, para las que el sur de la isla es demasiado caro. Los huecos los cubren con la clientela del IMSERSO que reciben un servicio extraordinario por el precio que pagan.
La inevitable crisis tras la apertura del Aeropuerto Reina Sofía (Tenerife Sur) en 1977 y el accidente en los Rodeos un año después —el de más muertos en la historia de la aviación— pudo ser superada gracias a los esfuerzos de las autoridades y de los inversores privados. El Aeropuerto de Los Rodeos estuvo cerrado hasta el año 2003. Las piscinas del lago Martiánez fueron importantes para la recuperación. El paseo de 3,5 kilómetros hasta Playa Jardín, en realidad varias playas diseñadas también por César Manrique, es una obligación diaria para los turistas caminantes. En la zona de Playa Jardín está Loro Parque, uno de los mejores parques de atracciones de España, al que le ha dedicado esfuerzos y dinero la familia Kiessling, de origen alemán, que también ha reformado el histórico hotel Botánico y su soberbio spa.
El Puerto se ha vuelto a ganar la confianza de los inversores que se atreven incluso a recuperar el famoso hotel Taoro construido en 1890, el primer hotel de lujo en Canarias, cerrado durante largos años que abrirá de nuevo a finales de año rebautizado Taoro Wellness & Spa.
El centro histórico, con 140 edificios protegidos, rezumaba abandono hasta hace unos años. Tras la pandemia la recuperación va a toda prisa. Abundan los restaurantes canarios, algo raro en los otros destinos turísticos del Archipiélago y por supuestos los italianos, puesto que la colonia itálica crece de día en día por la atracción del clima, la forma de vida y los menores impuestos.
Alrededor del Puerto hay magníficas rutas de senderismo, siempre con el majestuoso Teide presidiendo y suficientes ‘guachinches’ donde disfrutar de la sencilla comida local y de los ricos vinos del año.
El Puerto de la Cruz ha regresado a la primera línea del turismo canario.
*Ignacio Vasallo es director de Relaciones Internacionales de la Federación de Periodistas y Escritores de Turismo (FEPET).
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