Soy camarero. Llego a la mesa para toma nota. "Aún no lo sabemos" Esta es la respuesta habitual.
Me voy y les dejo el tiempo suficiente para pensarlo. Vuelvo y nadie se calla, hablan todos a la vez, todavía no saben lo que quieren. Veo la situación y me pongo de moderador. Después de una eternidad por fin consigo tomar nota.
Llego a la mesa cantando los platos y nadie te echa una mano para dejarlos, ni siquiera apartan el cubierto que te impide dejar el plato en la mesa. No saben ni lo que han pedido. *¡YO NO HE PEDIDO ESTO!" ¿Y quién lo pidió? ¿Yo?
De repente dice: ¡Ah, sí, sí, es para mí!
Ahora vienen esos momentos donde tienes que hacer viajes largos y los mareos de terraza a cocina. Un poco de sal, mayonesa, un poco de pan, caliéntame esto...
El momento que más odio es la hora de tomar café: cortito, largo, bombón descafeinado de sobre corto de agua tocado de Baileys y con sacarina...
¡QUEREMOS PAGAR POR SEPARADO! Dividen la cuenta entre ellos, les cobro, hago la cuenta y no cuadra. ¿Por qué no la paga uno y luego le hacen un Bizum?
Toda esta historia es solo una mesa, imagínate 20 mesas.
Todo el mundo debe trabajar como camarero una vez en la vida, mínimo 3 meses, para que sepan lo duro que es este trabajo y tener un poco de empatía hacia los camareros.
*Juan Manuel Pedreño Garraleta es Cocinero de sonrisas de comida.