Se acaba la Semana Santa. Miles de personas han vuelto a casa después de disfrutar unas merecidas vacaciones… probablemente en viviendas turísticas.

Y muchas de esas mismas personas, dentro de unos días, estarán protestando contra ese mismo modelo de alojamiento.

En España es ya casi un clásico:

Nos quejamos de los bares bajo casa, pero luego nos encanta tomarnos una cañita a medianoche.

Nos indignamos con los precios del supermercado, pero pedimos mejores sueldos para todos.

Criticamos el capitalismo mientras usamos un iPhone y vestimos sudaderas de marca.

Denunciamos la contaminación, pero volamos a destinos exóticos a la mínima oportunidad.

Decimos una cosa y hacemos otra.

Y no pasa nada. O sí. Porque, mientras tanto, seguimos sin resolver nada.

Ni en materia de vivienda, ni en turismo, ni en sostenibilidad, ni en derechos laborales.

Lo que de verdad molesta muchas veces no es el turismo…sino el turista que no soy yo.

 

*Álvaro M. Graciani es economista, abogado y consultor turístico en Graciani Asesores y Abogados.