La asunción de un nuevo gobierno nacional generó una gran expectativa respecto del lugar que el turismo ocuparía en el organigrama del Estado. Tal sensación parecía diluirse al verificar que ninguno de los medios de comunicación, que han publicado los posibles funcionarios del futuro gabinete, han indicado siquiera alguna referencia sobre el rango y/o quién sería el responsable de la cartera. Recién ayer por la tarde [26 de noviembre], el propio presidente electo Alberto Fernández, habría dejado entrever que Turismo estaría dentro del mismo Ministerio que Deporte, pero sin ahondar más que esas palabras sobre el tema.
En momentos donde los distintos actores pujan por fijar su postura y, de alguna manera, “marcarle la cancha” al próximo presidente, considero que, antes de pedir se restituya el rango que la actividad supo tener hasta el año 2018, es necesario hacernos algunas preguntas.
¿Por qué el turismo debería importarle tanto al Estado? ¿qué modelo de turismo queremos para el país?.
En el año 2018, el Ministerio de Turismo sufrió una degradación de rango (al igual que otras carteras como la de Trabajo, Salud, Ciencia y Tecnología, entre otras) para pasar a ser Secretaría de Gobierno. Esta decisión, tomada por el presidente Mauricio Macri, causó un rechazo generalizado en la comunidad turística, por entender que atentaba fuertemente contra el desarrollo de la actividad. Sin embargo, debo decir, de acuerdo al trabajo que el organismo venía realizando, fue una decisión totalmente comprensible. Desde la asunción del nuevo gobierno, en Diciembre de 2015, el Ministerio de Turismo cada vez llevaba adelante menos programas y acciones, a la vez que se reducían los recursos disponibles.
Para ser precisos, en términos reales, el presupuesto ejecutado en el año 2016 fue un 65% inferior al del año 2015. Continuando con la misma lógica, entre 2016 y 2018 la asignación se mantuvo en valores similares. No obstante, en el año 2019, el presupuesto en Turismo sufre una nueva caída del 55%, si se lo compara con el año 2018, y del 80% si se contrasta con el del año 2015.
Lo llamativo es que no se oyeron voces de alarma frente a esta situación. Por el contrario, trascendían eslóganes tales como “Más argentinos viajando por Argentina”, “Revolución de los aviones” o “Se están rompiendo récords históricos en turismo”. Los cuales, pudiendo ser verdades parciales, ocultaban la real situación y el verdadero rumbo que estaba tomando la actividad.
En este punto es donde debemos revisar las preguntas formuladas párrafos atrás. ¿Qué modelo queremos para el turismo en el país? ¿Aquel que se enfoca casi exclusivamente en el turismo internacional o uno que tenga en cuenta el desarrollo tanto del turismo interno como del internacional?
Seguidamente a esa pregunta, debemos cuestionarnos respecto de ¿qué Estado queremos para el Turismo? Los modelos de desarrollo del turismo llevados adelante en la Argentina en los últimos veinte años nos han mostrado dos posturas bien diferentes.
Por un lado, un Estado que asumió un rol protagónico, constituyéndose en promotor, planificador estratégico y árbitro de la actividad, enfocado en el desarrollo del turismo en todo el territorio nacional y, por otro lado, un Estado en retirada, que va desregulando y dejando atribuciones vacantes para que sean ocupadas por el sector privado, cuyo principal objetivo es garantizar la libre competencia de los distintos actores y se enfoca en el turismo internacional.
Son dos maneras distintas de gestionar el Estado. Tiene que ver con la forma en que, quienes dirigen el país, entienden las políticas públicas en cada momento de nuestra historia.
Una forma de identificar cómo cada gestión entiende las políticas públicas es revisando las prioridades cristalizadas en las asignaciones presupuestarias. A continuación se muestra un gráfico donde se comparan cuatro jurisdicciones del presupuesto entre los años 2011 y 2019.
El gráfico representa un índice que permite identificar los incrementos o disminuciones en la ejecución presupuestaria partiendo desde el año 2011. De esta manera, se verifica de forma clara el cambio de tendencia a partir del año 2016. Mientras, entre 2011 y 2015, las carteras de Turismo, Educación y Salud tenían una asignación constante, e incluso con leves incrementos, a partir del año 2016 empiezan a caer.
En contrapartida, lo que sí crece exponencialmente a partir de 2016 son los Servicios de la deuda pública. Crecimiento que podría explicar el recorte presupuestario de las demás áreas. En este sentido, la demanda de recursos para el pago de la deuda ha presionado tanto que, días atrás se conoció la noticia de que, el gobierno nacional tomó recursos ya asignados al INPROTUR para utilizarlos en este fin.
A pesar de estar muy presente en los discursos, la ejecución presupuestaria demuestra que el turismo no fue prioridad para el gobierno de Mauricio Macri. Por este motivo, creo que es fundamental discutir las preguntas aquí expuestas, para definir el futuro deseado para la actividad. ¿Por qué queremos un ministerio? El modelo de turismo llevado adelante en los últimos cuatro años no necesita de una gran estructura estatal para ejecutar sus políticas. Entonces, si no criticamos los fundamentos de esta gestión, ¿por qué ahora queremos que se le suba el rango?
Es necesario salir del cuestionamiento “de etiqueta” y profundizar en los argumentos de fondo, en las políticas que el Estado debería emprender en torno al turismo. El presidente electo Alberto Fernández, en sucesivas declaraciones a la prensa, viene remarcando cual es su principal prioridad: combatir el hambre. Tomando en cuenta esta referencia, sería bueno plantear qué puede hacer el turismo, y de qué manera, para colaborar en alcanzar ese objetivo. Luego de esa discusión será posible definir la necesidad de contar (o no) con un ministerio.
Este artículo fue publicado originalmente en el blog de Julián Cherkasky y se reproduce con su consentimiento.