Casi todos los pronósticos que llevo leyendo y escuchando durante estos últimos diez meses son acerca de que el turismo en las zonas rurales, y mejor con naturaleza muy cercana, iba a ser el destino número uno de la demanda turística, con muchas ganas de viajar, que quiere evitar concentraciones de gente y que busca una armonía con el medio natural.
Personalmente, he criticado la confusión entre deseo y realidad de mercado y, al mismo tiempo, he criticado la sobresaturación de visitantes, más excursionistas que turistas, en muchas áreas naturales protegidas y de fácil acceso por carretera, fenómeno que lleva ocurriendo en muchos lugares naturales durante las restricciones de movilidad en todos los procesos de confinamiento.
El año pasado, en algún webinar, tele-foros e incluso programas de televisión, sostuve mi opinión de que la demanda no había cambiado tanto como para poder afirmar esa tendencia turística, ya que más bien se estaba produciendo una situación muy coyuntural, en la que se castigaba el acceso a las zonas de playas por posibles concentraciones de turistas y por las severas medidas de gestión pandémica.
Algunos –o bastantes– expertos en el turismo menos convencional, por llamarlo de alguna forma, auguraban un cambio radical en el comportamiento de la demanda turística, pronosticando casi el fin del sol y playa y del turismo de masas y, al mismo tiempo, el incremento exponencial del turismo rural y de naturaleza, algo realmente peligroso para la preservación de este patrimonio.
Pero, sin embargo, cuando he leído este artículo de ForwardKeys sobre los destinos españoles que arrasan en reservas para el verano 2021 –que son las islas de Ibiza, Palma de Mallorca, Fuerteventura, Menorca y Alicante– no aparece precisamente ninguno que pueda enmarcarse dentro del concepto del turismo rural y, si bien el estudio que se menciona se basa en reservas de vuelos, nos da muchas pistas de la tendencia del verano. Y es un hecho que, si hablamos de ocupaciones de alojamientos, los datos son muy similares, es decir, que los destinos de sol y playa han vuelto a ser los más codiciados.
Y esto no quiere decir que la oferta turística rural se quede vacía, ni mucho menos, pero es que el ser aproximadamente la cuarta parte, la probabilidad de ocupación es mayor, puntualmente.
…lo primero de todo sería apostar por un “cambio radical” o en otras palabras “innovación”, un cambio de actitud radical
Este hecho nos está diciendo que se sigue confundiendo la situación coyuntural con la estructural, que es el verdadero problema del turismo en las zonas rurales, al que le queda mucho por aprender. Lo primero de todo sería apostar por un “cambio radical”, o en otras palabras “innovación”, un cambio de actitud radical, abandonando el conformismo y paternalismo por un desarrollo sostenible competitivo, donde el turismo tiene o debería tener un peso específico importante.
Es interesante observar las conclusiones de muchos eventos del sector que, incluso en la actualidad –año 2021–, siguen repitiendo los mismos argumentos, deseos y reclamos. Es como decir que no se ha aprendido nada o no se ha hecho nada relevante.
Uno de los principios del turismo que no se cumple es, precisamente, la creación y gestión de destinos turísticos, independientemente de su tamaño, versus seguir operando tan solo la oferta turística que sigue atomizada y sin coordinación operativa ni estratégica, incluso en los clústeres existentes. Y les estoy hablando específicamente del caso de España, aunque sé que ocurre algo similar, e incluso peor, en muchos otros países, como el caso de Latinoamérica, en general.
Si el sector privado no entiende o no trabaja en aras de desarrollar destinos en cooperación estrecha con las administraciones locales y éstas siguen actuando de forma paralela a las empresas, nunca se podrá conseguir ese cambio innovador tan necesario. A veces, es curioso como alguien piensa en ser destino inteligente y en transformación digital, cuando todavía está lejos de ser un destino que sería lo básico.
¿Se podría cambiar el rumbo de muchos territorios rurales que ya tienen una oferta turística y no alcanzan los beneficios esperados a lo largo del año?
Las excepciones destacan para confirmar la regla y marcan una diferencia demasiado notable con la media y, de facto, se confunde todavía el concepto de éxito relacionándolo con el número de turistas, o mejor dicho excursionistas, sin tener en cuanto ni los objetivos ni los beneficios netos vinculados a estos beneficios, más aún a medio plazo.
¿Se podría cambiar el rumbo de muchos territorios rurales que ya tienen una oferta turística y no alcanzan los beneficios esperados a lo largo del año? Rotundamente sí, en la mayoría de los casos.
Para empezar, marcar los objetivos claros, pragmáticos y alcanzables en un tiempo asumible; escoger el modelo de gestión y orientarse a una demanda que responda a las expectativas de la oferta.
De cómo conseguirlo, hablaremos en otros momentos…
*Arturo Crosby es editor en Natour magazine.