No es la primera vez que viajo con Turkish Airlines y, por supuesto, no será la última. De todas las compañías con las que he viajado, haciendo una valoración general —desde que compras el billete hasta que llegas a destino—, yo les pongo un 10. Jamás he tenido ningún problema con ellos, más bien facilidades y una atención extrema donde los empleados son capaces de trabajar con empatía suficiente ante cualquier imprevisto.
Supongo que dependerá del trayecto, pero en todos los desplazamientos hasta la fecha he viajado siempre en aviones amplios, cómodos —dentro de lo que es el contexto general de viajar en zona de turista—; con la tripulación siempre pendiente y atenta; y periódicos a la entrada, dependiendo de la hora, normalmente en viajes matutinos. Auriculares; kit de “supervivencia” con gel, mascarillas, toallitas húmedas, almohada sin preguntar por si quieres dormir, manta, tapones y anteojos opacos para los viajes largos. En los aviones con televisión individual encuentras juegos, películas actualizadas —también para los niños—, internet...
Con relación a la comida, la gran mayoría de las compañías aéreas eliminaron hace tiempo la comida incluida en el precio del billete y algunas, apostaron por tener un pequeño menú a la carta por el que tienes que pagar, y nada barato dicho sea de paso. Turkish Airlines es de las pocas que no solo ha mantenido la comida incluida en el trayecto, sino que ha sabido mejorar la experiencia.
Sigue siendo, como antaño, una bandeja, pero de muy poco peso y con los espacios totalmente aprovechados para lo que dicha bandeja surte. Normalmente, la pasta siempre está y, según te toca, te dan a escoger entre pasta y ternera o pasta y pollo. Poca más variedad he encontrado nunca, ¡que no está mal!
En este último viaje, (Egipto-Estambul) me pedí ternera y me han sorprendido gratamente el sabor y la presentación. Era un combinado de dos hamburguesas alargadas, bien logradas, nada secas —que suele pasar incluso en los restaurantes de calle—, con un arroz hervido blanco y un pisto, también en su punto, sabroso y dulzón.
Siempre hay una pequeña mezcla de tomate, pepino y un queso tipo cabra, todo cortado en pequeños cubos como opción de ensalada. La porción de sal, aceite y pimienta viene correctamente en monodosis de fácil apertura.
En lo que respecta al postre, siempre me ha tocado el mismo. No sé si tendrán otras alternativas o será casualidad, pero si es así, la casualidad me ha pillado con el mismo postre en unas 10 ocasiones. Es una especie de natilla de limón con un poco de chocolate por encima. Sin personalidad ninguna, más bien sintético, de ese tipo de natilla aireada que desaparece con el contacto del paladar.
El agua, también sellada en un pequeño container de plástico, cubiertos de aluminio de un solo uso, pero eficientes, pan caliente que pasan con pinzas y otra monodosis de mantequilla.
No se le puede pedir más. Es más, si quisieran no tendrían ni que ponerlo de manera gratuita, con lo cual, al margen de la crítica por defecto profesional, se les agradece el detalle de ver la parte gastronómica como un añadido importante dentro de todos los servicios que ofrecen.
¡Feliz vuelo!!
*Víctor Rocha Cocinero/Articulista/Conferenciante/Defensor De Lo Correcto/Apasionado del sector Servicio y el Turismo.