Hace ya 4 años que falleció Mario Gaviria, el sociólogo padre de la ecología en España y el que mejor defendió a Benidorm. En su gran obra de 1974 —con la colaboración de 30 expertos— ‘Benidorm, ciudad nueva’, ya la definía como “el paraíso de las clases trabajadoras europeas, la materialización del estado del bienestar”. El modelo intensivo de ocupación de la costa era, para él, mejor que el habitual extensivo, desde el punto de vista del medio ambiente. Recordaba su discípulo Jose Miguel Iribas, fallecido poco después, cómo esa pequeña ciudad que ocupaba solo el 1% del territorio, generaba el 50% del PIB turístico de la Comunidad Valenciana.
En el obituario que publiqué, ya escribí que mi estancia en Estocolmo (Suecia) al frente de la Oficina Española de Turismo (1974 - 1978) me ayudó a superar el “síndrome culturalista” del turismo para convertirme en un industrialista. Una vez superados los complejos elitistas, todo es más fácil de entender.
Gaviria tuvo pocos seguidores. Gran parte de la “intelectualidad española —que no de la europea— desdeñaba, en general sin conocerlo, de ese lugar lleno de borrachos ingleses”, discapacitados en sillas a motor, vejetes rijosos, incluidos los del INMERSO que bailan desde la 4 de la tarde. Una caminata por el paseo marítimo en los meses de invierno, a mediodía, con todo ese populacho despatarrado, en general con una pinta de cerveza en la mano, cara al sol, sería el epítome de la vulgaridad, pero lo cierto es que para ellos es la demostración de que aquello es “su paraíso”.
Hugh Thomas lo deja claro en la introducción al libro “Destination Spain”, que recoge los mejores artículos de The New York Times sobre nuestro país: “El imponente portero de la Cámara de los Lores siempre me saluda en español con un cortés “Buenas tardes, milord”, recordando sus felices tiempos en el “lado español de Benidorm”, donde pasó “las vacaciones más felices de su vida”.
El gran arquitecto y provocador Óscar Tusquets se atrevió a decir que “es la ciudad moderna del Mediterráneo, más interesante y la que ha dado mejor solución al turismo masivo”. Y ya lanzado, aseguró que “prefería Benidorm a Florencia”, aunque está claro que pueden convivir perfectamente.
La serie inglesa “Benidorm”, emitida en la ITV desde 2007 hasta 2018, fue malinterpretada en España al entender que denigraba a la ciudad por resaltar todas esas vivencias que algunos desprecian. Pero resulta que a su gran éxito popular se añadió el que tuvo entre los críticos, al ser repetidamente premiada en los National Television Awards, los Bafta, y los British Comedy Awards. Resultó ser una gran campaña de publicidad.
Más recientemente, la inauguración —tras enormes dificultades— del edificio Intempo, de 47 pisos y 198 metros, el residencial más alto de Europa, con apartamentos a precios correspondientes a su altura, nos recuerda la intensa transformación que ha sufrido la ciudad alicantina en los últimos años. Como señalaba este verano un interesante reportaje publicado en el Financial Times en su sección de arquitectura, en el que destacaba los orígenes de Benidorm como un pueblo marinero, las influencias recibidas y cómo, a su vez, ha influido en otros desarrollos.
Miami (Florida, Estados Unidos) fue la que marcó el camino. Pero en Europa, Benidorm fue la primera en atreverse a crear una ciudad vertical al borde del mar. Hoy en día tiene más rascacielos per cápita que ninguna otra ciudad en el mundo. Pero, a pesar de tener un plan urbanístico a la americana, es una ciudad europea, y sobre todo española, con calles peatonales, pequeñas tiendas familiares y las mejores playas urbanas de la Europa Continental.
Ha influido en otras ciudades, pero sin recibir el reconocimiento, debido a la esnobería de las elites culturales. Sin Benidorm no existiría Dubai (Emiratos Árabes). Esas élites que solo quieren ver los anuncios de neón, a los ingleses bebiendo sangría o cerveza mientras comen fish & chips.
En realidad, en los últimos años se han construido y mejorado hoteles, incluso algunos de 5 estrellas, de tal manera que la calidad media de la hotelería es muy superior a la de hace 10 años.
Los arquitectos que desarrollaron Benidorm buscaron inspiración en América. Entre ellos, no había nombres famosos, aunque alguno lo hubiese merecido, como Juan Guardiola Gayá (1927 - 2005), que diseñó más de 40 torres en la ciudad, que van desde un estilo internacional sencillo a un tardío modernismo, además de dibujar los bocetos de lobbies, murales y esculturas, con un concepto total del modernismo.
La culminación es el Intempo, de estética universal, que podría estar en Shanghái (China).
Aunque hay unos 70.000 habitantes censados, en verano se acercan a los 400.000 por la enorme oferta de alojamiento.
Benidorm no es una ciudad bella, de acuerdo con los cánones establecidos, pero es un canto al optimismo de la gente corriente, la que no sale en los libros.
Con Benidorm como fondo, con fiestas en rascacielos a medio construir, Esther García Llovet, en su última novela “Spanish beauty” se inventa un nuevo tipo de personaje: Michele, que es una policía corrupta. Hasta ahora todos los policías corruptos eran machos. Ya era hora de que también las mujeres ocuparan la parte de ese espacio que les corresponde, y en ningún sitio mejor que en Benidorm.
*Ignacio Vasallo es director de Relaciones Internacionales de la Federación de Periodistas y Escritores de Turismo (FEPET).