Mi primer viaje en pareja al extranjero fue a Bruselas y Brujas, en Bélgica. Recuerdo los nervios de ella por el idioma y los míos porque quería que la experiencia le encantara.
Finalmente, el viaje nos sorprendió en todas sus etapas y detalles:
Impresión por la arquitectura –siempre recordaré cuando volví y le enseñé las fotografías a mi abuela, ella confundió el Campanario de Brujas con la torre del ojo de Sauron, de El Señor de los Anillos-.
Sorpresón por cada uno de los detalles y por todas las culturas que concentra este preciosa país y esas ciudades en concreto que están llenas de rincones ocultos que en cada viajes puedes descubrir más.
Amor por la gastronomía: sus deliciosos gofres. ¡Jamás olvidaré la cara que ponía mi pareja cuando veía cómo se hacían los bombones de praliné!
Momentos de risas, desconexión y alegría. Y, sobre todo, el magnífico trato de los lugareños y los trabajadores turísticos.
Nos volvimos con un pedacito de cada uno de los lugares por los que pasamos y con un saco de vivencias muy ricas que disfrutamos juntos.
¡Claro que volveremos a conocer mundo!