Siempre se ha dicho que, para que las cosas cambien, hace falta una bofetada simbólica que te haga reaccionar dado que, ante la impunidad o cuento en el que muchos han vivido a lo largo de los años, nunca pensaron que pudiese afectarles a ellos en ningún momento. Y parece que esa bofetada en formato de pandemia ha abierto nuevos horizontes, nuevas perspectivas de trabajo y vida y nuevas lamentaciones en hechos que, en muchos casos, se podían haber evitado a través del detalle personalizado, la formación continua o el auténtico liderazgo. Ya no hablo de retener el Talento, ya que eso le queda muy grande, especialmente, a las grandes empresas.
Entendemos por una persona talentosa aquella que “tiene la capacidad para desempeñar o ejercer una actividad. Está vinculada a la aptitud o la inteligencia. Se trata de la capacidad para ejercer una cierta ocupación o para desempeñar una actividad. El talento suele estar asociado a la habilidad innata y a la creación.”
Teniendo en cuenta esta definición, me sorprende ver que determinadas empresas, cuando contratan, buscan talento. ¿Para qué? ¿Por qué? Está claro que talento no es lo que se necesita. Si fuese así, a ese mismo que quieres contratar con más o menos acierto desde el mismo momento que cuelgas el anuncio, le dejarías hacer lo que su talento requiere. Este no es el caso, porque la gran mayoría de esas compañías ya tienen definida su “cultura de empresa”, procedimientos, estándares y protocolos, los cuales, ni siquiera siendo talentoso en lo que buscan, te dejarán saltarte, obviar y, mucho menos, proponer cambio alguno, aunque tu talento te diga que es un acierto. Partiendo de esa base, el primer error es querer contratar talento cuando sabes que, en realidad, no es eso lo que buscas y sabes perfectamente que el sistema no le va a dejar desarrollar lo que tan bien queda cuando anuncias la oferta de trabajo.
No se trata de sí en la pandemia se ha prestado atención a los empleados o no, que también, y además hubiese ayudado mucho en determinadas empresas que hoy se quejan de la falta de empleados o de que algunos no quieren volver; el quid de la cuestión está en que los deberes no se hicieron en tiempo y forma y, por supuesto, en que nadie jamás pensó antes que esto podía suceder.
En España, estamos viendo que en determinados destinos no hay mano de obra suficiente para cubrir todos los puestos que se ofertan en hostelería. El área más dañada es la de camareros, esos grandes olvidados que ahora tienen la sartén por el mango de aquellos que quieren continuar con el oficio. El sector de navieras también ha dicho basta: un alto porcentaje de los empleados de este sector, totalmente paralizado en plena pandemia, no quiere volver y buscan otras alternativas o simplemente nuevos rumbos profesionales en sectores distintos. Canadá está siendo el patrón a seguir y a tener en cuenta para el resto del mundo: hay carteles por todas partes de “estamos contratando” y 600.000 vacantes reales esperando por trabajadores entre todos los sectores.
Al margen de todos esos empleados que obligatoriamente fueron mandados al ERTE y otros que fueron jubilados con antelación a mediados del 2020, un alto porcentaje de los que se quedaron en las empresas realizando trabajo remoto fueron millennnials –la generación nacida entre 1981 y 1996–, que después del confinamiento no están dispuestos a volver sin más, asumiendo más trabajo y cobrando menos.
Por lo tanto, se abre un nuevo escenario en el sector laboral sin precedentes, que puede hacer que algunas empresas y reclutadores lleguen a equivocarse en el tiempo. Y el tiempo es el que siempre ha marcado las pautas en una sociedad estable.
Los millennials son los que, en una sociedad normal, deberían estar soportando la carga del futuro de nuestros mayores. Sin embargo, por muchas razones de globalización, no es así. Estos están perdiéndose en el paraguas de sus padres y abuelos, sin darse cuenta de que la falta de experiencia y rumbos claros en sus vidas personales les darán una bofetada en el instante en el que de verdad tengan que buscarse la vida. En ese momento, también habrá miles de españoles con más de 45 años a la espera de otra oportunidad laboral, con más ganas que nunca de trabajar, serios, responsables, con experiencia suficiente para afrontar cualquier desafío, formados y con talento.
No puedo entender que las empresas que reclutan en la actualidad sigan con la estrategia de mirar la foto y la edad como primer paso en los procesos de contratación. ¿Quizás porque buscan precio y temen que enfrentarse en una entrevista con alguien con experiencia les vaya a poner la cara roja?
¿Quizás porque buscan extremadas jornadas laborales y piensan en que los más “vulnerables” –que no lo son– van a ceder ante cualquier cosa? ¿Quizás porque buscan personas que no piensen, que no opinen, que sigan las pautas del juego que ellos marcan y hasta que ellos decidan? ¿Se descartan posibles buenos empleados en los procesos de selección porque se contrata para el gusto de ciertos mandos directivos y no para la empresa? Esta ultima quizás sea la pregunta del millón y de la mediocridad directiva en muchos casos.
Una encuesta de Microsoft de abril de 2021 dice que un 42% de la fuerza laboral de las empresas en distintos países está dispuesta a renunciar a sus trabajos o a cambiar de profesión. Ese dato nos anuncia un cambio sin precedentes, donde las empresas tienen una responsabilidad también sin precedentes, que puede hacer historia y marcar el futuro a corto, medio y largo plazo en la forma de plantear nuevas estrategias en los procesos de selección y contratación para sanear una sociedad que actualmente está inmersa en la incertidumbre y donde todos, empresa y trabajadores, salen perjudicados.
Es evidente que hay infinidad de factores que hacen que los trabajadores no quieran trabajar o que sean muy exigentes en la elección de un nuevo trabajo. El no querer renunciar a ayudas del gobierno, los turnos partidos, horarios interminables, falta de objetivos en el desarrollo profesional, falta de una formación continua y seria que se pueda compaginar con la jornada laboral y propuesta por la empresa, ambientes tóxicos donde se premia al mediocre y se ignora al buen trabajador, falta de empatía en momentos difíciles por parte de la empresa hacia el trabajador… Un largo etcétera de razones que nos obligan a todos a reflexionar y hacer autocrítica. Pero lo que está claro es que todo parte de esa primera entrevista o filtro a la hora de contratar y también estar seguros de que el que contrata, es el empleado adecuado para esa función.
* Víctor Rocha López es Corporate Chef F&B Culinary trainer. Autor del libro 'El humo que todo lo quema'.