Opinión
Técnica infalible para siempre hacer lo correcto. (No la vendo, la regalo)
Víctor Rocha: "Ser honesto tiene una importancia relevante en la vida de cualquier persona, pero por encima de esa palabra, está la integridad"
“La oveja no le tiene simpatía al perro, porque se parece mucho al lobo y le recuerda los peligros que existen más allá del alambrado.
El lobo odia al perro, porque el perro se interpone entre él y su presa, muchas veces al precio de su propia vida, y lo obliga a vagar por el bosque, en la oscuridad y con hambre.
El perro, aún sabiéndose indeseado por la oveja y odiado por el lobo, persiste en su misión y sigue protegiendo a los indefensos y combatiendo a los predadores.
A veces ser incomprendido por la sociedad y odiado por los monstruos es el camino correcto, implique la soledad que implique.” Anónimo.
Este texto no es más que el resumen de alguien que a pesar de los inconvenientes de la vida, procura hacer siempre lo correcto y, por supuesto, no es una tarea fácil en los tiempos que corren"
En esta nueva era de espectadores sin opción a réplica, con gente que cambia constantemente de opinión según por dónde sople el viento, en la que la gran mayoría agacha las orejas por el qué dirán otros —que ni si quiera conocen—, se ha intensificado el número de ofendidos radicales que solo siguen una directriz o ideología determinada. Según sus líderes, se levantan y actúan.
La falta de libertad no solo está latente en formato de señalamiento con el dedo, sino que, los que señalan son tan ignorantes que están peor que los señalados y no se dan cuenta de que su falta de libertad es mayor que la de los mismos señalados, ya que son los títeres del siglo XXl, personas manipulables y manipuladas que se tiran al ruedo a perseguir a quienes no opinen o piensen como sus jefes y que actúan en base a sus directrices —especialmente ideológicas— con falta de cultura, educación, respeto, sentido común o empatía. Auténticos esclavos del siglo XXI.
Estos son los que pretenden encaminar una sociedad basada en la falta de diálogo o libertad de expresión y, por detrás de ellos, una generación nueva en formato de hijos y nietos, por ejemplo, que los ven como reflejo de lo correcto, sin darse cuenta ni los unos ni los otros que estamos creando nuevas generaciones con miedo. Por un lado, una gran parte de la sociedad adulta en la actualidad vive atemorizada y eso se transmite en su entorno más cercano y, por otro lado, estamos creando nuevas generaciones con maldad, porque la otra gran parte de la sociedad adulta es la que practica cuándo hablo de los “títeres”, que están más pendientes de los demás que de su propia vida.
A todo esto, se juntan dos palabras prácticamente olvidadas y sin significado para esta nueva era juvenil que llega, pero no porque no quieran practicarlas, sino porque no hay nadie que tenga tiempo de explicarles el significado, la honestidad y la integridad.
Suelo dar una media de veinte charlas de motivación al año, tanto para profesionales como para institutos varios, y estas dos palabras, desde hace ya unos añitos, siempre forman parte del contenido de las mismas. En los últimos años, intento, a través de mi estilo de vida en la cocina, crear conciencia de la importancia que tiene hacer siempre lo correcto y metafóricamente traslado mis experiencias, a través de mi profesión, a la vida personal de los asistentes a dichas charlas, ya que muchos de ellos nada quieren saber de este oficio en el futuro.
Ser honesto tiene una importancia relevante en la vida de cualquier persona, pero por encima de esa palabra, está la integridad. Esta última, valorada por muchos, pero practicada por pocos. La diferencia entre una y otra es abismal en la práctica. Ser honestos es hacer lo correcto cuando cualquiera te ve, cuando la gente observa tus pasos y movimientos. Ser íntegro es hacer lo correcto cuando nadie te está observando y cuando digo nadie, me refiero especialmente a esas personas que tienen de ti un concepto definido, en la mayoría de los casos positivo, como puede ser tu familia, amigos cercanos, tus jefes, etc.
¿Qué pensaría tu mujer de ti si te oyese hablando de la secretaria del jefe en los términos que la describes? ¿Qué pensaría tu hijo si te viese humillando a tu compañero de trabajo con chismes compartidos con otros colegas? ¿Qué pensaría tu madre de ti si hubiese visto como perdías los papeles por esa tontería? ¿Qué pensaría tu pareja si pudiese entrar en tu WhatsApp y viese algunas conversaciones que nada tienen que ver con lo que ella espera de ti? ¿Qué pensaría tu jefe más directo si te viese culpando a los empleados del desastre que tienes montado en tu departamento como mando intermedio? ¿Serías capaz de actuar en todas estas situaciones de la misma forma, teniendo en frente a esas personas que te tienen correctamente definido y normalmente no ven tus actos o movimientos cuando estás solo?
Hay infinidad de situaciones de las que seguramente no somos conscientes, en las que quizás no es el camino correcto justo cuando las realizamos por masculinidad o feminismo radical, posición jerárquica, con unas copas de más o simplemente en un estado de adrenalina positiva o negativa que nos impide ver una fotografía completa de la situación y, por ende, solemos hacer autocrítica o reflexión “una vez cometido el delito”.
Trasladado al trabajo… Imagínate que paseas por el complejo donde trabajas junto al director general, charlando tranquilamente, visitando cada una de las áreas o puntos de venta y en el camino ves un papel en el suelo que deduces que también él lo ha podido ver y, como acto reflejo, te agachas y lo recoges para posteriormente echarlo en la primera papelera que encuentres. Eso es un acto de honestidad por tu parte, porque has recogido el papel del suelo, donde no debe de estar y aun no siendo obligatorio para ti, has actuado correctamente, pero ponte en la misma situación paseando solo por el mismo complejo y en la misma ruta. ¿Harías lo mismo? ¿Estarías tan atento en visualizar todo lo que pasa a tu alrededor y tomar la acción más correcta en este tipo de detalles? No hace falta que me respondas… Seguramente ni le prestarías atención a ese papel, lo cual no te convierte en una persona íntegra. Y si eres capaz de verte en la situación y contestar que sí que lo harías, entonces felicidades porque no solo eres honesto, sino que, además, eres íntegro, ya que siempre actúas de la misma forma en cualquier situación, cuando te ven y cuando no te ven.
Os voy a contar mi técnica para reducir mi grado de “no integridad” y que uso habitualmente desde hace ya unos años y os aseguro que a mí me funciona a la perfección. Evidentemente, funciona mejor cuando tienes definida una escala de valores en tu vida que, en mi caso es mi familia directa, mi mujer, mis hijas, mi nieta, mis padres mis hermanos, etc.… Por encima de mi familia no hay nada en la vida, ni siquiera yo mismo, con lo cual, me facilita el trabajo en este sentido.
En cualquier extraña o difícil situación a la que me tenga que enfrentar dibujo mentalmente sus rostros detrás de mí y actúo con la suficiente coherencia para que a ellos no les pudiese molestar, ofender o sorprender si estuviesen viviéndola conmigo. Son las únicas personas en este mundo que no puedo defraudar en ninguna situación, tanto si me ven como si no me ven y gracias a esa fotografía imaginaria procuro siempre hacer lo correcto, ya que mi subconsciente tiene la capacidad de trasladarlos al mismo momento, hora y lugar donde voy a tener que actuar correctamente, dependiendo de la situación a la que me tenga que enfrentar.
Hace unos días estaba cabreadísimo por un evento puntual y profesional e injusto que me tenía caliente como una moto. Tenía dos opciones, asistir solo a la reunión y poner la oficina de vuelta y media y a todos los asistentes —porque me conozco— o asistir a la reunión, sentar a mis dos hijas a cada uno de mis lados imaginariamente y actuar y hablar de la manera que a ellas les gustaría verme salir del paso sin perder los papeles. Por su puesto, las llevé conmigo.
Evidentemente, los errores del pasado, la reflexión continua y la autocritica en infinidad de situaciones distintas me han llevado a confeccionar técnicas como esta, que mejoren determinadas situaciones emocionales y, creedme, que esta es la mejor y la que más uso para este cometido.
Vivir con miedos, actuar con maldad o prejuicios o simplemente no conseguir ser honestos con nosotros mismos, al final nos lleva a un deterioro emocional al que solemos dar por bueno —“es lo que hay”—, pero creedme, se puede vivir haciendo siempre lo correcto y cuando digo vivir es VIVIR, no simplemente estar.
*Víctor Rocha López es Corporate Chef F&B Culinary trainer. Autor del libro El humo que todo lo quema.
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