El pasado 11 de mayo se inició la celebración de la 58ª Bienal de Arte de Venecia (Italia), un evento artístico que se desarrollará hasta el próximo 24 de noviembre y que llenará las calles y las salas de exposiciones de la ciudad de arte.
Entre los 79 artistas que participarán en la exposición central, se ha colado uno tan conocido como enigmático: el grafitero Banksy. Este británico, del que se desconoce su identidad, ha emprendido la aventura de realizar su propia muestra en plena calle cerca del Gran Canal denunciando el turismo masivo que acecha a la ciudad de los canales.
Según apunta Página12, el artista urbano instaló un conjunto de nueve lienzos que conforman la imagen de un crucero gigante que atraviesa la ciudad y sus mayores monumentos. La obra cuenta con el nombre de Venecia in oil, sin duda un juego de palabras entre la pintura al óleo y la contaminación que genera el combustible de estos grandes buques.
Banksy, ataviado con un abrigo y con un sombrero de ala ancha para hacerse pasar por artista callejero, enseguida llamó la atención de turistas, transeúntes y de la policía, que le obligó a marchase por no contar con un permiso para instalar “su puesto de venta”.
Críticas para todos
La obra pone el dedo en la llaga de uno de los grandes problemas que preocupa en Venecia: la llegada masiva de turistas a bordo de los cruceros, cuya presencia no sólo está haciendo insostenible el día a día de los venecianos, sino que daña el patrimonio histórico de la misma.
Asimismo, también criticó a los organizadores de la Bienal mediante un mensaje en Instagram: “El evento artístico más grande y prestigioso del mundo nunca me han invitado por ningún motivo".
La política migratoria de Italia también fue blanco de su ira creativa, ya que la pasada semana apareció una de sus obras en el barrio del Dorsoduro en la que se podía ver a un niño, supuestamente un migrante, con un chaleco salvavidas y una bengala pidiendo ayuda.
Otra intevención más
Este no es el primer contacto de Banksy con el turismo. El artista británico aficionado al humor negro y la ironía se convirtió en empresario turístico al abrir el hotel con las peores vistas del mundo: ‘The Walledoff’, un establecimiento ubicado en Belén, en la región de Cisjordania y con vistas directas al muro que separa esta región palestina de Israel. Anteriormente, ya había hecho su debut con el parque de atracciones más aburrido del mundo.