Más de 1,5 millones de personas han estado presentes el pasado sábado en una de las playas más famosas del mundo, la de Copacabana en Río de Janeiro (Brasil). ¿Pero qué o quién las atrajo? No se trataba ni de una ola gigantesca que surfear ni de un radiante día de sol —de hecho, era de noche—, sino de uno de los mayores espectáculos musicales vividos en la ciudad carioca, un gran concierto de la conocida como Reina del Pop: Madonna.
El show se desarrollaba en la playa, pero la diva no pisó la arena en ningún momento. Ni siquiera a su llegada, ya que una pasarela entre el arenal y su hotel, el Copacabana Palace. Tal era el despliegue para el espectáculo que hicieron falta hasta tres vuelos de carga para transportar a Río toda la infraestructura.
¿Y el coste de semejante evento? Concretamente, 3,3 millones de dólares, que no han sido pagados ni por el Ayuntamiento de Río de Janeiro, ni por los asistentes —ya que el acceso era gratuito—, ni por la productora. El monto fue asumido por el banco brasileño Itaú, y otros patrocinadores, para que Madonna actuara durante más de dos horas.
Por todos es sabido que la cultura es un gran atractivo turístico, pero si además se trata de un espectáculo musical de una de las artistas más influyentes de los últimos tiempos —Madonna cumple durante la actual gira 40 años de carrera—, la atracción es mucho mayor. Y así fue, entre el público había miles de brasileños, pero también visitantes de otros países. Es el caso de Juan José Montoya, un ingeniero civil chileno de 31 años: “Decidí venir porque probablemente sea el último show que Madonna haga de forma masiva, creo que será un hito en la historia musical. Y quiero ser parte, lo que está pasando acá es algo que recordaré el resto de mi vida”, ha asegurado en declaraciones al diario El Mundo.