Nueva Zelanda no puede hacer frente a la oleada de turistas que se espera para los próximos años. Si ya en 2016 el país registró un aumento del 12% en número de viajeros, se espera que para 2022 se llegue a los 4,5 millones, casi igualando a su población actual, que se sitúa en los 4,7 millones.
El gobierno de la nación prevé que en 2025 el país afrontará una escasez de 4.500 habitaciones para satisfacer la demanda, aún teniendo en cuenta los planes de construcción existentes que aportarán 5.200 nuevas habitaciones. Dean Humphries, director nacional de Colliers International ha declarado que: “Si no se encuentran soluciones inmediatas, es poco probable que continuemos creciendo a niveles actuales”.
La falta de alojamiento no es el único problema que se encuentra la nación. Por ejemplo, el cruce Tongariro Alpine, que circula a través de un Patrimonio de la Humanidad, recibe cada día a miles de turistas cuando está diseñado para ser utilizado por solo unos pocos cientos. En Glenorchy, cerca de Queenstown, donde se ofrecen paseos en lancha, piragüismo o rutas a caballo la empresa encargada ha tenido que instalar baños químicos durante la temporada alta porque las instalaciones de agua potable de la ciudad son insuficientes.
Con unas infraestructuras poco adaptadas al sector turístico, Nueva Zelanda se enfrenta a uno de sus mayores retos: adaptarse en tiempo récord.