El país nórdico está preparando un nuevo impuesto que supondría un cargo de 80 coronas por vuelo. Pretenden reducir las emisiones de CO2 y recaudar 1.000 millones de coronas al año. Las aerolíneas advierten que el impacto ambiental resultado de esta medida será poco notable y que las rutas con baja rentabilidad desaparecerán.