El Camino de Santiago, realizado por cerca de 350.000 personas en 2019 —último año prepandémico, en el que la ruta generó 81 millones de euros solo en la ciudad de Santiago de Compostela (La Coruña)—, es un motor económico y turístico que cada año proporciona numerosas oportunidades a restaurantes, bares y alojamientos integrados en el itinerario de los peregrinos. Sin embargo, la gran afluencia de personas provoca diversos impactos negativos, especialmente en materia ecológica. Ahora, la extendida quema de ropaje ha motivado al Ayuntamiento de Finisterre (La Coruña) a colocar un contenedor de reciclaje que evite posibles incendios.
Y es que Finisterre, es el kilómetro cero de la ruta jacobea, convirtiéndose así en el punto de salida, o el final del trayecto, para los viajeros. Este privilegio se ha convertido en una maldición para la localidad gallega, ya que una vez finalizado el camino, muchos senderistas abandonan o queman sus botas y demás vestiduras, arrojando las cenizas al mar.
Dicha contaminante y peligrosa 'tradición' ha sido la causante del ensuciamiento del litoral local y del incremento de incendios en el entorno natural de Finisterre, derivada esta tendencia de las acciones de los 'devotos' pirómanos.
Así, el Ayuntamiento de Finisterre, en colaboración con empresas locales de reciclado, ha colocado un contenedor junto al faro para que los caminantes que se deshagan de su calzado puedan depositarlo allí, y que se gestione el residuo de forma sostenible.
En paralelo, informa el medio Heraldo de Aragón que, para incentivar el uso del container, los fabricantes de calzado Tierra del Aranda han diseñado la campaña de concienciación "Buen Camino, mejor final", en la que sortearán un centenar de pares de zapatos entre los senderistas que utilicen el contenedor. Además, recibirán una bolsita con las cenizas simbólicas de sus botas (los restos triturados de las mismas).