El ingeniero e investigador Antonio Ibáñez de Alba puede presumir de ser el inventor de las herramientas perfectas para evitar los ahogamientos que se producen en las piscinas en verano. "Es un sinsentido tecnológico y un anacronismo macabro que hoy en día podamos configurar la alarma de nuestra casa desde el teléfono móvil y sin embargo no haya una aplicación o un dispositivo que nos permita tener a los niños controlados en la piscina mientras los adultos estamos haciendo otras cosas".
Ya en 2003 presentó una piscina antiahogo cuyo fondo se eleva ante el contacto continuado de un peso, y por el que obtuvo el Primer Premio Internacional en el salón de la Feria de Barcelona a la Innovación Tecnológica. En la actualidad el invento se utiliza en piscinas de todo el mundo.
También inventó un tipo de agua flotante que no lleva sal y de la que acaba de lanzar una versión mejorada. Su secreto está en su densidad, que es diez veces mayor a la del agua normal y en una fórmula secreta de productos naturales. Esta solución se utiliza en parques acuáticos o en programas de rehabilitación de spas y balnearios.
El 17 de octubre presentará su tercer invento en la Feria de Barcelona. “Esta vez he ido mucho más lejos”, asegura. "Se trata de una serigrafía a modo de sello, como los de las discotecas, sólo que incoloro, que se aplica sobre la nuca y gracias a una tinta conductora asociada a un algoritmo controla en tiempo real los tiempos de sumersión de los bañistas, tanto de una piscina como en mar abierto", añade.
Ibañez trabajó para la NASA, pero lo dejó todo para dedicarse a la creación de herramientas contra el ahogo en las piscinas.