Ante la caída del número de visitantes y de beneficios, los museos comienzan a buscar nuevas líneas de financiación. Una que ya se están planteando varias salas de Europa es la del cobro por la oferta de contenidos digitales viendo el éxito que las páginas web han tenido durante los cierres provocados por la pandemia. Sin embargo, esta nueva vía de ingresos tiene defensores y detractores.

En una carta filtrada, el ministro de Cultura británico, Oliver Dowden, invita a los museos a adoptar un enfoque lo más comercial posible para maximizar los ingresos y no depender exclusivamente de las ayudas públicas. Según El País, en Reino Unido, el Gobierno ha invertido 110 millones de euros para intentar salvar los 15 museos nacionales.

Para el presidente del Consejo Internacional de Museos (ICOM), Alberto Garlandini, son tiempos en los que “hay que adaptarse y diversificar ingresos”. El experto propone “desde muros de pago para exposiciones en línea, contenido exclusivo, aplicaciones o suscripciones, hasta estrategias freemium (combinación entre lo gratis y de pago) para recursos en línea o cursos de aprendizaje”.

Por el contrario, la idea de cobrar por los contenidos digitales choca con el principio de accesibilidad de los museos. Así lo advierte Julia Pagel, secretaria general de NEMO (Ámsterdam, Países Bajos), que recuerda que estas instituciones son sin ánimo de lucro, que deben estar al servicio de la sociedad y cita el artículo 27 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU, que proclama el derecho de todo ciudadano a formar parte de la vida cultural.

La Constitución Española también recoge el derecho a la accesibilidad cultural en su artículo 44 y en él se ampara el Museo Nacional Reina Sofía para no poner en marcha una web con contenidos de pago. “Como institución y servicio público se intentará siempre lograr la mayor accesibilidad posible con el mínimo coste para el público”, indican desde el museo.

El Van Abbemuseum, en Eindhoven (Países Bajos), es uno de los pocos que ya ha puesto en marcha esta vía de financiación. En una visita a través de internet, un robot manejado por el usuario recorre las salas acompañado por un guía, previo pago de una entrada de 13 euros. “Quisimos asistir a las personas enfermas que, por ejemplo, no pueden moverse de su cama”, indican desde el centro.