En la lucha contra el cambio climático, la industria de la aviación ha atraído muchos focos por el volumen de emisiones de gases de efecto invernadero que genera. En los países escandinavos se ha extendido el movimiento denominado como Flygskam o vergüenza a volar, mientras que en otras naciones como Alemania se ha planteado la posibilidad de limitar el número de viajes que realizan los ciudadanos.
En este contexto, algunos miembros del Gobierno Federal Alemán y científicos advierten sobre el impacto negativo que puede tener esta “demonización de la aviación”, según refleja el diario alemán Focus.
Thomas Jarzombek, coordinador del Gobierno Federal para el sector aeroespacial, expresa que suele evitar tomar el avión pero que no tiene problemas en subirse a uno: “En las largas distancias no hay una alternativa razonable”. Cree que la mayoría de los alemanes piensan de forma similar por lo que no cree que la vergüenza a volar se extienda en su país, tal y como sugieren las cifras de reservas. Jarzombek enfatizó en la importancia de la aviación para Alemania pues genera de forma directa 100.000 empleos e indirecta, si se le suman aeropuertos y aerolíneas, un millón.
Por su parte, Rolf Henke, del Centro Alemán Aeroespacial (DLR) cree que el tráfico aéreo es un chivo expiatorio en el debate sobre el cambio climático: “Creo que hay que advertir contra la demonización de la aviación y el alarmismo”. Insiste en que la polución de CO2 causada por el tráfico aéreo de pasajeros representa el 2%.
Henke está convencido de que los viajes de ocio y placer mantendrán una alta aceptación social, aunque el sector tiene que seguir trabajando en hacer más eficientes las aeronaves: “Nuestro objetivo es lograr aviones de emisión cero”.