Tendida a todo lo ancho de la pista, la foca no tenía la menor intención de marcharse. La inocencia y la curiosidad innatas en los animales, la convirtieron en un “estorbo” para el avión que se disponía a despegar.
Ocurrió en el aeropuerto de Barrow (ciudad en el estado de Alaska), cuando un vuelo de Alaska Airlines se preparaba para salir. “Autoricé al avión a despegar, pero me notificaron que quizá debía esperar debido a que había una foca en la pista”, explicó el controlador de tráfico aéreo.
Todos los intentos del personal del aeropuerto de “persuadir” al animal para que dejara la pista libre resultaron infructuosos. Lo tocaron varias veces con una llave inglesa, pero la foca, impertérrita, dio a entender que aquello le gustaba y se plantó en sus trece.
Hasta el lugar tuvo que desplazarse el equipo que se encarga de los osos polares. Con más experiencia en estas lides y un quitanieves, lograron mover al tozudo mamífero que se empeñaba en hacer de la pista de aterrizaje de Barrow su particular oasis de descanso.