El éxito de la trilogía cinematográfica de El Señor de los Anillos —estrenada entre 2001 y 2003 y que actualmente está otra vez siendo proyectada en los cines— trajo consigo un impulso turístico para Nueva Zelanda, país que acogió el rodaje de los filmes.
Sin embargo, las autoridades neozelandesas consideran que es excesivo el entusiasmo de los fanáticos de la obra de J.R.R. Tolkien por visitar algunos de los escenarios reales que dieron forma a la Tierra Media. Este es el caso del Parque nacional de Fiordland, en la región homónima.
Stuart Nash, ministro de Turismo neozelandés, afirmó recientemente que quieren limitar el acceso a este paraje natural protegido una vez que se retomen los viajes post Covid. "La presión significativa de los 870.000 visitantes anuales socava los valores ambientales y culturales y la infraestructura del Parque Nacional Fiorland", aseveró y añadió que “no puede retornar” a los niveles anteriores.
Según informa Insider, la idea que plantean es invertir en desarrollar “experiencias turísticas más sostenibles y de alta calidad” que sirvan para diversificar la economía del destino y que no tenga que depender exclusivamente de los visitantes. En concreto, destinarán aproximadamente 9 millones de euros.
La geografía de la ficción en la vida real
El fiordo Milford Sound (llamado Piopiotahi en Maorí) protagonizó una las escenas más bellas de la primera película —La Comunidad del Anillo—. El paraje natural, poblado por focas, pingüinos y delfines, se convirtió en la representación real del imaginario lago de Nen Hithoel, en el curso medio del rio Anduin. A la entrada del mismo, los protagonistas de la historia quedan impactados al contemplar los Argonath (representaciones gigantescas de los reyes humanos del Oeste) y a su salida se encuentran las cataratas del Rauros.